miércoles, 23 de febrero de 2011

La casa de los Collado ( o de los Tradacete , y , a partir de ahora, de los Morlán )

No es Corral de Almaguer un lugar que adolezca de falta de magníficos ejemplos de arquitectura religiosa y civil del pasado.
La sorprendente y armoniosa mezcla de estilos de la iglesia parroquial. El convento de clausura, poco a poco completado y ampliado con el paso de los siglos. La ermita de la virgen de la Muela. Las casas palacio de La Encomienda, la de los Luna, la de los Barreda, la de Higueras, la de Maldonado, la de Tapias y la de Briceño. Sin olvidarnos de otras, en apariencia más humildes pero no por ello menos hermosas como la de Dolores, o la de la Anuncia. Es una pena que muchas otras hayan ido sucumbiendo bajo el poder de la piqueta o de reformas de dudoso gusto y nula practicidad, o simplemente se encuentran abandonadas a su suerte. Seguro que todavía hay quien recuerda la casa donde estaba situada la oficina de telégrafos ( cuántos no habremos aprendido a escribir a máquina en las viejas Underwood de Enrique ), la casa de las Grillas, la de las Lerdas. Y tantas otras, articuladas alrededor de frescos patios y con habitaciones de techos de tirante y bovedilla.
Y alguna, como la de los Collado, está viendo como la restauración llega a su fin y va viendo recuperado todo su pasado esplendoroso en ese magnífico patio adornado con bellos frisos y en esos espectaculares y desconocidos artesonados de los salones de la planta superior.
Llama la atención que una casa tan bella no posea una escalera que le haga justicia. Es más, podría decirse que es una casa que no tiene escalera. Bien pudiera ser que su construcción se fuera posponiendo hasta encontrar a quien proyectara una digna de una construcción tan hermosa. O que toda la vida social , discurriera originariamente en la planta baja y que cuando embellecieran o añadieran los salones de la planta superior, se hubieran acabado el tiempo o los dineros.
Recuerdo que la visité por primera vez hace más de treinta años ( aún conservo alguna descolorida fotografía que añadiré posteriormente ). Las galerías de la planta superior estaban cerradas con muros solo tenían abiertas algunas ventanas. Las columnas del patio se hallaban enterradas mas de 50 cms. Y de los artesonados solo se adivinaban algunos de sus dibujos y algunos matices de sus colores. En aquellos años, esas salas estaban abandonadas por haber dejado de usarse como almacenes y graneros.
La necesidad de recuperar el nivel del suelo ha dificultado, o impedido, la conservación del bonito zócalo de cerámica que recubría los muros del patio desde finales del siglo XIX o principios del XX. Es de esperar que José Antonio o su hija sepan encontrarle una nueva y adecuada ubicación porque son francamente bonitos y merecen ser recordados.
Y después de ver lo laborioso y costoso de la restauración llevada a cabo, es de justicia que el apellido Morlán se añada (por derecho y con mayúsculas ) a los de Collado y Tradacete qe se utilizan para denominar la casa



































El convento de las monjas de clausura

Si hubiéramos podido imaginar el paseo que tenía que darse la pobre monja para llegar al torno desde que sonaba la campanilla, seguro que hubiéramos tirado muchas menos veces de la cadena de la puerta.

Una puerta cerrada que, en nuestra imaginación, debia transportar a un mundo prohibido, místico, lleno de silencio, soledad y misterio. Con el tiempo también comprendimos que ese mundo, además, estaba lleno de carencias y necesidades escasamente cubiertas por los presentes y donativos de la gente del pueblo. El cepillo de la iglesia, los trabajos mal cobrados y las clases de bordado completaban la economía de estas pobres y pacientes monjitas de las que solo sabíamos de su existencia por la voz de sor Corazón detrás del torno y por los cantos en la misa y otras celebraciones. Que pena que no existe documento sonoro.

Ya no hay monjas. Nada queda de sus ajuares, cuadros, muebles y ornamentos religiosos. Solo quedan el torno y la campana. El resto ha desaparecido ante la pasividad mas que pasmosa de la gente del pueblo. Al fin y al cabo formaba parte del patrimonio cultural y debía de haber permanecido alli para dar prueba de lo que ese lugar fue en el pasado.

Afortunadamente, se ha iniciado una labor de recuperación encomiable y digna de felicitación encabezada por el párroco y secundada por todo el pueblo, o al menos por una gran parte, creo yo. Solo hace falta dinero y eso ya es cosa nuestra. Aunque rascarse el bolsillo nunca ha sido muy fácil para los corraleños. Pero esta causa lo merece.