"Como de aquí a Lima".......Esto es lo que solía decirse cuando algo estaba demasiado lejos o era casi inalcanzable. Y bastantes años después he podido comprobar que no era cierto. Lima está a 12 horas de avión, pero por esos misterios de la velocidad y la rotación de la tierra, cuando llegas el reloj solo ha avanzado tres horas.
También he comprobado que no es inalcanzable. Lima es una ciudad tan cálida como sus gentes, elegante y con mucha vida. Basta con dar un paseo por sus calles y sus plazas para sentirlo.
La Plaza de Armas con la Catedral, el Parlamento, el Palacio del Arzobispo, la Casa del Oidor, su bonita fuente del siglo XVII y el entrañable Café Cordano.
La iglesia y el impresionante convento de la Merced con su rica portada barroca y sus vistosos zócalos de azulejos. La biblioteca, el claustro, el trabajado coro de la iglesia y las catacumbas. Agobia un poco tanto hueso de cuerpos que esperaban garantizarse la gloria pagando por ser enterrados en ese lugar.
El Jirón de la Unión con sus comercios , cafés y la iglesia de San Pedro, un magnífico ejemplo de barroco colonial.
La Plaza de San Martín con el abandonado Teatro Colón ( parece que ahora va a ser reconvertido en otro tipo de espacio cultural ) y el decadente pero aún refinado y señorial Gran Hotel Bolivar, testigo del descanso y ....... de artistas, politicos y hombres de negocios. Su impresionante cúpula de cristal es similar a la del Hotel Palace de Madrid.
El Parque del Amor, con su encanto "kitsch", aunque a mí particularmente no me gustó mucho porque rompre la tónica elegante del resto de monumentos y espacios públicos de la ciudad. Pero tiene unas maravillosas vistas al Oceáno Pacífico.
El yacimiento arqueológico de Huaca Pucllana que solo pudimos ver por detrás de la reja y fotografiar gracias al zoom de las cámaras. Es una pena que Lima Tours sea tan poco profesional y desorganizada a la hora de planificar un viaje como éste y que no sean capaces de vender debidamente el potencial turístico de su país, limitándose a subcontratar visitas " a la carrera " y de apenas tres horas de duración o menos, como en el caso de Lima. Dejándote el resto del día libre pero sin ofrecer alternativa alguna al turista. Menos mal que la ciudad te invita a perderte y la proximidad de su gente y el idioma no son impedimento para preguntar.