Y qué decir de la India. El país de los lanceros bengalíes, de los rajás, de Gandhi, del Taj Mahal (imponente en su perfección y riqueza. Sobrecoge incluso viéndolo rodeado de turistas). El país del río Ganges, de los baños rituales y de las incineraciones diarias. Verdaderamente tiene que ser sagrado porque sino es imposible que todo el que beba y toque sus aguas no se vaya directamente al cielo.
Jaipur con sus mercados de joyas, de plata y de artesanías ( aquí es mucho más que probable comprar algún que otro arrepentimiento para cuando bajemos del avión o deshagamos la maleta al llegar a casa). El palacio de los vientos, ese gran burka de piedra, construido para que las mujeres pudieran ver la calle sin que la calle pudiera verlas a ellas. El fuerte Amber, donde aún vive un maharajá que dice que reina pero que , por supuesto, no gobierna.
Los templos eróticos de Khajuraho ( mejor ver las fotos y juzgar), impensables en cualquier otra religión.
Las fortalezas de Orcha y Gwalior y los budas tallados en la montaña de esta última.
Y tantos y tantos monumentos que hacen que parezca que has estado fuera de tu casa más de tres meses y resulta que no han sido más de doce días y solo has visitado una mínima parte del norte del país.
Hay que reconocer que es un viaje que debería de hacer todo el mundo al menos una vez en la vida. La segunda sería para constatar que la primera no fue un sueño.
Texto y fotos: Angel Fernández Andrade
Angel que estres¡¡¡¡¡ pero esta muy bien lo de compartir experiencias¡¡
ResponderEliminarun saludo y mañana nos vemos