Llegando a Cartagena desde el Puerto de Mazarrón este molino surge como una aparición y es parada obligada para hacerle unas fotos y sentirlo de cerca. Restaurado de manera impecable y explicado con un amor infinito por el abuelo que vive al lado ya te predispone a llegar a Cartagena con buen humor.
La verdad es que yo la recordaba menos limpia y restaurada pero con mucha más vida y gente por las calles en un afán mucho mas comercial que ahora. Se notan la crisis, la ausencia de militares y las empresas que han desaparecido. Para mí ha perdido su encanto y se ha convertido en un punto turístico de tercera edad y de todos los extranjeros que "invernan" en La Manga y en toda la zona de Mazarrón.
En cualquier caso es una ciudad muy bonita y se agradece todo el esmero puesto en devolverle el esplendor de tiempos pasados restaurando fachadas, recuperando espacios vacios, abriendo restaurantes y bares de diseño y tiendas de marca. Ahora ya no tengo edad de comprobar si las noches interminables de hace años siguen en existiendo tanto en los bares de la ciudad como en las discotecas de los alrededores.
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