Una joya rodeada de montañas y volcanes, sembrada de arte y de belleza a pesar de los terremotos que cada cierto tiempo pretender robarle parte de su esplendor. Pero vuelve a renacer una y otra vez.
Faltó tiempo para poder recorrerla con más tranquilidad y disfrutar del encando de sus calles y de sus magníficos ejemplos de arquitectura colonial, de sus iglesias, conventos, edificios civiles y cómo no, de sus acogedores cafés.
Cualquier rincón sorprende al visitante: la calle Jerusalén, la inmensa Plaza de Armas, la Catedral, la Iglesia y el Monasterio de la Compañia , toda una explosión de barroco en piedra, madera dorada y pintura mural. No sin motivo la capilla de San Ignacio de Loyola es llama la "Capilla Sixtina" del área andina, privilegio que se disputa ( o más bien comparte, para evitar rivalidades innecesarias ) con la iglesia de San Pedro de Andahuillas y con la San Juan Bautista de Huaro.
También merece la pena perderse por el distrito de Yanahuara con su bonita iglesia, la tranquilidad de sus calles y sus magníficas vistas sobre la ciudad.
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