Y que decir del Monasterio de Santa Catalina, una joya dentro de otra joya, una ciudad dentro de otra ciudad. Fundado por Dª María de Guzmán en el año 1579 albergó principalmente a jóvenes de la nobleza y de la alta burguesia junto con las muchachas que estaban a su servicio.
Como consecuencia del terremoto que asoló la zona en 1582 y para reconstruir el convento, las propias monjas se hicieron cargo de las reparaciones y decidieron remodelarlo a su medida, haciéndose construir viviendas individuales decoradas y distribuidas a su gusto, que en la mayoría de los casos estaban compuestas por varios pequeños patios, cocina, habitaciones de servicio y habitaciones para las hermanas. El tamaño de cada "celda" dependía de la importancia económica y poder adquisitivo de la hermana "residente".
Todas estas nuevas construcciones conformaron un entramado de calles y placitas que rememoraban, no sólo por sus nombres sino también por su estética, las calles de pueblos andaluces y toledanos.
Todos sus muros están pintados en distintos colores, predominando el rojo óxido, el azul añil y el blanco, ofreciendo un espectáculo visual incomparable que te hace detenerte en cada rincón para saborearlo en su justa medida y así poder apreciar sus contrastes: el Patio de los Naranjos, la Calle Sevilla ( decoradas con macetas colgadas en las rejas de sus ventanas ), la calle Toledo, la Plaza de la Fuente, el lavadero, la cocina, etc.
Posee una pinacoteca con importantes muestras de pintura religiosa de la llamada escuela cuzqueña y piezas de imaginería y orfebrería entre las que se encuentra una imponente custodia de refinada factura.
Se necesita más de una visita o más horas en una sola para poder conocerlo y recorrerlo debidamente, y asimismo disponer de suficientes horas de luz natural para no perderse ni una parte de su belleza.
(incluyo el enlace al siguiente blog porque es el que me ha parecido más completo para ampliar información sobre el monasterio)
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