viernes, 26 de julio de 2013

Machu Picchu ( Perú )






































Desde que subes al tren en Ollantaytambo ( y eso que mi llegada fué un tanto precipitada, ajetreada y en el último minuto ), ya sientes que este viaje va a ser algo especial. Aunque más que viaje yo lo llamaría experiencia.

Bordeando el río Urubamba, y poco a poco , el tren se adentra y tú con él en un paisaje rodeado de montes y con una vegetación más tropical, donde se la nota la proximidad de la selva amazónica. Uno no deja de mirar para arriba y de girar la cabeza hasta llegar a la estación de Aguas Calientes y coger el autobús que te dejará a las puertas de Machu Picchu. Pero solo un poquito antes, para permitir que tu ansiedad vaya creciendo mientras asciendes por la montaña  hasta llegar a contemplar la explosión de hermosura y misterio que rodea a la ciudad perdida.

Ésta se abre ante los ojos del visitante en todo su esplendor, rodeada de montañas y despertando la admiración de todos los que luego nos perdimos por sus calles y plazas imaginando cómo debió de ser hace quinientos años, un poco temerosos por pisar las mismas piedras que pisaron Pachacútec y su séquito.

Machu Picchu es un ejemplo de ciudad bien trazada y de espacio bien aprovechado. Emociona recorrerla deteniéndose en el Templo del Sol, en el de los espejos o en el del Cóndor. Pasear por la Casa del Inca, la Plaza Sagrada, el Templo de las Tres Ventanas o el Templo Principal; tantos y tan bellos rincones imposibles de enumerar pero absolutamente imprescindibles de visitar.

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